domingo, 27 de julio de 2025

SANT FELIU DE LLOBREGAT: DIAGNÓSTICO DE UNA CIUDAD MADURA ATRAPADA EN SU RIGIDEZ

Una lectura liberal de los datos socioeconómicos locales (2025)

Fuente: Consejo General de Economistas – Fichas Socioeconómicas y del Mercado Laboral, julio 2025

Sant Feliu de Llobregat es un municipio con una sólida trayectoria urbana, bien conectado, denso y con una base demográfica estable. Pero esa estabilidad, que podría ser su fortaleza, se está convirtiendo en un freno. La fotografía que ofrecen las recientes fichas publicadas por el Consejo General de Economistas sobre su situación socioeconómica y laboral nos deja una idea clara: es una ciudad que ha envejecido más deprisa de lo que ha sabido transformarse.

Desde una óptica liberal, que prioriza la iniciativa privada, el dinamismo empresarial y la eficiencia del gasto público, los datos muestran un municipio con potencial infrautilizado, rigideces estructurales y poca capacidad de adaptación al cambio demográfico y económico.

Vivienda: escasa oferta, alta propiedad y poco dinamismo

Uno de los principales cuellos de botella es el mercado inmobiliario. Sant Feliu tiene 18.719 viviendas registradas. De ellas, el 91,6% son viviendas principales, y un asombroso 77,7% están en propiedad, mientras solo el 16% están en régimen de alquiler.

A esto se suma un parque de viviendas envejecido: más del 52% fueron construidas antes de 1980. Además, un 43% de las viviendas principales tienen menos de 60 metros cuadrados, lo que refleja un modelo urbano compacto, pero mal adaptado a las nuevas demandas de habitabilidad.

En todo 2024 solo se registraron 22 transacciones de vivienda nueva. El mercado está completamente volcado en la vivienda usada, lo que limita la renovación urbana y la entrada de nueva población joven.

Desde una perspectiva liberal, este es un ejemplo claro de exceso de regulación urbanística, altos costes de licencia, lentitud administrativa y rigidez normativa. ¿El resultado? Una oferta bloqueada, precios presionados y poca inversión privada en vivienda asequible o innovadora.





Demografía: más abuelos que nietos

Los datos demográficos revelan una estructura poblacional desequilibrada. El crecimiento de población de los últimos años no se debe a los nacimientos, sino a las migraciones —principalmente de otras zonas de Cataluña y del extranjero—.

La tasa de envejecimiento alcanza el 137,7%, lo que significa que hay más de 137 personas mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. Es decir, el municipio tiene más abuelos que nietos.

Además, el índice de renovación de la población activa es de solo 80,15%: por cada 100 personas que se jubilarán en la próxima década (de 55 a 64 años), hay solo 80 jóvenes (de 20 a 29 años) para reemplazarlas. Esta situación tensiona el mercado de trabajo y anticipa un descenso en la productividad futura.

Desde la lógica liberal, el envejecimiento es un fenómeno global, pero los municipios deben enfrentarlo con agilidad, no con rigidez. Esto pasa por fomentar la contratación flexible, la reincorporación laboral de mayores de 45 años, y la atracción de talento joven con políticas fiscales, urbanísticas y educativas pro-empresa.













Economía: demasiado orientada al sector servicios y dependiente

La economía de Sant Feliu está excesivamente concentrada en el sector servicios. El 81% de los contratos firmados y el 77% del paro registrado corresponden a este sector. El resto —industria, construcción, agricultura— es marginal.

Las actividades de alto valor añadido, como tecnología, servicios profesionales o manufactura avanzada, tienen una escasa presencia. Y lo mismo ocurre con el emprendimiento: la proporción de autónomos afiliados a la Seguridad Social es baja, y la renta de actividades económicas representa solo una fracción del total.

La ciudad muestra una economía de bajo riesgo, pero también de baja ambición. Desde una visión liberal, esto es preocupante: una economía sin innovación, sin competencia ni atracción de capital privado, se vuelve vulnerable, dependiente del gasto público y del empleo subvencionado.



Mercado laboral: estable, pero poco dinámico

La tasa de paro es relativamente baja (5,35%), mejor que la media provincial y nacional. Sin embargo, hay señales de ineficiencia:

  • Tasa de afiliación a la Seguridad Social baja (66,3%), muy por debajo del 74% provincial.
  • Desigualdad de género: el 58% de los parados son mujeres.
  • El 63% del paro corresponde a mayores de 44 años.

Estos datos indican que el mercado laboral no está aprovechando plenamente el talento disponible. Las rigideces contractuales, la presión fiscal sobre el empleo y las limitaciones del marco normativo probablemente estén impidiendo que empresas y trabajadores se adapten con agilidad.

Gasto público: alto esfuerzo, baja rentabilidad

En 2024, el gasto público municipal por habitante fue de 841 euros, mientras que la recaudación efectiva fue de solo 483 euros por habitante. La diferencia se cubre con transferencias y deuda. Peor aún: la inversión por habitante cayó a 64,58 euros, frente a los 111 euros del año anterior.

Esto indica un modelo de gestión pública centrado en el mantenimiento estructural, con poca capacidad de generar transformación. Desde una visión liberal, el gasto debería concentrarse en inversión útil, en lugar de expandir el aparato administrativo o mantener servicios con baja eficiencia.

Conclusión: más libertad para crecer

Los datos no revelan una crisis. Pero sí una ciudad que se ha acomodado a una inercia que ya no funciona. El modelo de Sant Feliu, denso, maduro, público-dependiente, no es capaz por sí solo de generar renovación, ni económica ni social.

Desde una lectura liberal, el municipio necesita urgentemente:

  • Liberalizar suelo urbano y agilizar licencias.
  • Reducir impuestos locales al emprendimiento y la rehabilitación.
  • Fomentar el alquiler asequible y el co-living, no solo la propiedad.
  • Establecer una estrategia fiscal favorable a la actividad empresarial  que atraiga talento, innovación y capital.

La libertad económica no es un lujo: es la base de cualquier modelo de ciudad que aspire a seguir viva en el siglo XXI.

domingo, 20 de julio de 2025

¿CÓMO CONSIGUIÓ SANT FELIU TANTO SUELO PÚBLICO? UNA HISTORIA QUE EXPLICA TAMBIÉN PORQUE LA VIVIENDA ES TAN CARA HOY

Quien pasea hoy por los parques, plazas y equipamientos de Sant Feliu de Llobregat podría pensar que estos espacios públicos siempre han estado ahí. Pero lo cierto es que la configuración actual del suelo municipal es el resultado de dos siglos de transformaciones legales, sociales y políticas. Una historia que, curiosamente, también nos ayuda a entender por qué, a día de hoy, acceder a una vivienda es tan difícil, especialmente para los jóvenes.

Del campo a la ciudad: la larga historia del suelo público

Todo comenzó en el siglo XIX, cuando las leyes de desamortización de Mendizábal y Madoz obligaron a la Iglesia y otras entidades a vender o ceder sus propiedades. Sant Feliu era entonces una zona agrícola, donde muchas tierras estaban en manos de órdenes religiosas o de la parroquia. Con la desamortización, parte de ese suelo fue adquirido por comerciantes y burgueses, pero otra parte acabó, directa o indirectamente, en manos públicas. Así arrancó la historia del suelo público en el municipio.

En el siglo XX, la industrialización y la llegada masiva de población trabajadora provocaron una expansión urbana desordenada. Barrios enteros crecieron sin planificación ni servicios adecuados, y los ayuntamientos, con herramientas legales muy limitadas, apenas pudieron intervenir.

Fue tras la llegada de la democracia cuando se produjo un cambio decisivo. A partir de los años 80, las leyes urbanísticas permitieron a los consistorios exigir la cesión de suelo cada vez que se urbanizaba una nueva zona. Así, con cada nuevo desarrollo, el Ayuntamiento fue acumulando suelo para escuelas, parques, centros cívicos y, en menor medida, vivienda pública.

Además, con el tiempo se han ido recuperando terrenos antes industriales o ferroviarios, reconvertidos en espacios colectivos gracias a la colaboración con administraciones como la Generalitat o el Área Metropolitana de Barcelona.

Una paradoja moderna: mucho suelo público, pero poca vivienda accesible

Hoy, Sant Feliu y muchos otros municipios del entorno metropolitano poseen grandes cantidades de suelo público. Sin embargo, el acceso a la vivienda sigue siendo uno de los principales retos sociales. ¿Cómo es posible?

Aquí aparece una de las grandes paradojas del urbanismo contemporáneo: la retención de suelo público con buenas intenciones está contribuyendo, en la práctica, a encarecer la vivienda.

¿Y si el problema no fuera la especulación, sino la escasez artificial?

Durante años se ha culpado al sector privado de la especulación inmobiliaria. Y si bien algunos abusos han existido, conviene no pasar por alto el papel de los propios ayuntamientos. Muchos de ellos, inspirados por una visión colectivista del territorio, se han negado a vender suelo público. Prefieren mantenerlo en propiedad municipal o conceder su uso durante décadas (por ejemplo, a través de contratos de 50 años).

Aunque esta postura busca evitar la especulación, lo que acaba provocando es una escasez artificial de suelo disponible para construir. Y cuando un recurso es escaso —más aún en un mercado con demanda creciente— su precio sube inevitablemente. El resultado: terrenos caros, viviendas aún más caras y promotores sin margen real para ofrecer precios asequibles.

¿Privatizar el suelo público? Liberalizarlo con reglas claras

La solución no pasa por una privatización sin control. Pero sí por una liberalización inteligente del suelo, donde el sector privado pueda acceder a terrenos para construir viviendas de forma más ágil, bajo condiciones transparentes y reguladas.

El mercado inmobiliario necesita competencia. Y eso solo es posible si hay suficiente oferta de suelo. Si los ayuntamientos liberaran parte de ese patrimonio, podrían incentivar la creación de vivienda a precios competitivos, favorecer la inversión privada responsable y, además, obtener ingresos para reinvertir en servicios públicos o vivienda social.

Un cambio de enfoque: del control absoluto al dinamismo regulado

Detrás del control del suelo público suele haber una lógica bienintencionada: proteger a los más vulnerables y garantizar que la tierra sirva al bien común. Pero cuando esa protección se convierte en rigidez, se acaban bloqueando soluciones reales. En lugar de facilitar que más personas accedan a una vivienda, se termina restringiendo la oferta y dejando el mercado en manos de unos pocos que sí pueden pagar precios cada vez más altos.

Es necesario replantear esta estrategia. No se trata de ceder al capital, sino de entender que un mercado dinámico y bien regulado puede ser más eficaz para resolver la crisis de vivienda que un modelo inmóvil y centralizado.

Conclusión: decidir el territorio también es decidir su uso

La historia del suelo en Sant Feliu demuestra que el territorio no solo se ocupa: se legisla, se transforma y se decide. Pero las decisiones que se toman sobre el suelo público tienen consecuencias directas sobre nuestras vidas. Hoy, ese patrimonio acumulado durante décadas debe ser usado de forma estratégica. No como un bien que se guarda, sino como un recurso que se activa en beneficio de todos.

Para ello, necesitamos políticas urbanísticas menos ideológicas y más eficaces. Políticas que no teman a la iniciativa privada, siempre que esta opere bajo reglas claras y al servicio del interés general. Solo así podremos resolver la paradoja actual: tener mucho suelo público, pero muy poca vivienda asequible.